La Eucaristia mi Alimento Espiritual
¿Porque la Eucaritia es un Sacrificio?
La Eucaristía es por encima de todo un
sacrificio: sacrificio de la Redención y al mismo tiempo
sacrificio de la Nueva Alianza. El hombre y el mundo son restituidos
a Dios por medio de la novedad pascual de la Redención.
Esta restitución no puede faltar: es fundamento de la "alianza
nueva y eterna" de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
Si llegase a faltar, se debería poner en tela de juicio
bien sea la excelencia del sacrificio de la Redención que
fue perfecto y definitivo, o bien sea el valor sacrificial de
la Santa Misa. Por tanto la Eucaristía, siendo verdadero
sacrificio, obra esa restitución a Dios.
En este sentido, el celebrante, en cuanto ministro
del sacrificio, es el auténtico sacerdote, que lleva a
cabo –en virtud del poder específico de la sagrada
ordenación- el verdadero acto sacrificial que lleva de
nuevo a los seres a Dios. En cambio, todos aquellos que participan
en la Eucaristía, sin sacrificar como él, ofrecen
con él, en virtud del sacerdocio común, sus propios
sacrificios espirituales, representados por el pan y el vino,
desde el momento de su presentación en el altar.
Efectivamente, este acto litúrgico solemnizado
por casi todas las liturgias, "tiene su valor y su significado
espiritual". El pan y el vino se convierten en cierto sentido
en símbolo de todo lo que lleva la asamblea eucarística,
por sí misma, en ofrenda a Dios y que ofrece en espíritu.
Es importante que este primer momento de la liturgia eucarística,
en sentido estricto, encuentra su expresión en el comportamiento
de los participantes. A esto corresponde la llamada procesión
de las ofrendas, prevista por la reciente reforma litúrgica
y acompañada, según la antigua tradición,
por un salmo o un cántico.
Todos los que participan con fe en la Eucaristía
se dan cuenta de que ella es "Sacrificium", es decir,
una "Ofrenda consagrada". En efecto, el pan y el vino,
presentados en el altar y acompañados por la devoción
y por los sacrificios espirituales de los participantes, son finalmente
consagrados, para que se conviertan verdadera, real y sustancialmente
en el Cuerpo entregado y en la Sangre derramada de Cristo mismo.
Así, en virtud de la consagración, las especies
del pan y del vino, "re-presentan", de modo sacramental
e incruento, el Sacrificio propiciatorio ofrecido por El en la
cruz al Padre para la salvación del mundo.